jueves, 30 de mayo de 2013

Breves reseñas biográficas de los compositores

Giuseppe Verdi:
*Nació en Italia en 1813 y murió en el mismo lugar en 1901, con 88 años de edad.
*Es uno de los más grandes compositores de la ópera de la historia.
*Se le considera el renovador de la opera italiana.
*Personifica el romanticismo italiano.
*Su música se convirtió en un símbolo de libertad para los italianos.
*Es autor de óperas muy populares como Nabucco y la Traviata.
*Su ópera más conocida es Aida.
*Escribió también un Réquiem y otras piezas no operísticas.
*Su última ópera la compuso con 80 años. Una ópera bufa titulada Falstaff.

Richard Wagner:
*Nació en Alemania en 1813 y murió en Venecia en 1883, con 70 años de edad.
Empezó su carrera como director de orquesta.
*Los argumentos de sus óperas se basan en mitos y leyendas germánicos.
*Decidió dedicarse a la composición después de ver una representación de la ópera Fidelio de Beethoven (esta ópera, como curiosidad, fue la única que escribió este compositor y está ambientada en la cárcel de Sevilla)
*Para él, debía ser una conjugación de todas las artes.
*Destacan sus óperas Tanhäusser y Lohengrin.
*Murió de un ataque cardíaco.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Investiga

1. ¿Qué es una ópera?
2. ¿Qué diferencia hay entre una ópera y una zarzuela?
3. ¿Qué es un aria?
4. ¿Qué es el romanticismo musical?
5. ¿Qué clase de música es un Réquiem?
6. ¿Qué es la ópera Bufa? ¿Podrías averiguar el nombre de algún otro compositor que escribiera esta clase de ópera y otro título?
7.¿Qué son los mitos y las leyendas? 

miércoles, 22 de mayo de 2013

La Traviata, de Giuseppe Verdi


La traviata, de Giuseppe Verdi. Selección.


Disfruta con esta animación en plastilina.




El aria quizá más conocida del mundo de la famosa ópera La Traviata " El brindis" con la soprano Stefania Bonfadelly y el tenor Scott Piper bajo la dirección del Maestro Placido Domingo.



Rigoletto, de Giuseppe Verdi.



Rigoletto, de Giuseppe verdi. Selección


El tenor Luciano Pavarotti nos deleita con este aria,
interpretando La donna e movile.

Nabucco, de Giuseppe Verdi


La acción tiene lugar en Babilonia y Jerusalén en el año 560 a.C.

            Durante el tiempo en el que el pueblo de Israel estuvo en una delicada paz con sus vecinos, Ismaele fue un embajador que despertó sin querer el amor de la hija del rey Nabuccondonosor, el rey de Babilonia. Ella estaba muy enamorada de él y era muy celosa. Pero Ismaele se había enamorado de la otra hija del rey, llamada Fenena, que se fue a vivir con él a Jerusalén.
            Mientras tanto, Nabuccondonosor, el rey, decidió invadir con sus tropas Jerusalén. Allí vivía su hija Fenena con Ismaele, muy enamorados los dos. Vivían felices y comían perdices. Los israelitas vieron cómo los babilonios se acercaron a Jerusalén para atacarles y se reunieron todos en el templo para protegerse. Zaccaria, el sacerdote, encuentra la solución para impedir la invasión: en cuanto llegara el rey babilonio, amenazaría la vida de su hija Fenena con un puñal y así obligaría al rey a retroceder.
            Con esta idea, el sacerdote reconforta a su pueblo, los israelitas: está convencido de que esa solución les va a salvar de la invasión. Hace venir a Fenena y la conserva junto a él para negociar la evacuación de los babilonios si llegara a hacerse necesario. Ismaele, que ama tanto a Fenena, está a su lado.
            En efecto, llegan los babilonios, precedidos por la agresiva hija del rey, Abigaille, que está muy celosa de su hermana. Abigaille ha llegado en busca de Ismaele del que está profundamente enamorada. Pero éste ama a su hermana Fenena y no quiere entablar relaciones con Abigaille, cosa que despierta su furor.

            Entonces entra Nabucco en el templo de Jerusalén. Zaccaria intenta poner en práctica su plan, amenazando la vida de Fenena con un puñal. Pero Ismaele, que desconocía el plan, le quita el puñal, porque piensa que de verdad quiere matar a su amada. Zaccaria ha perdido su juego y los babilonios ocupan el templo. Los restantes israelitas miran con desprecio a Ismaele, a quien consideran un traidor. El orgulloso rey de los babilonios lo lleva a exigir que los judíos le rindan honores, proclamándose dios, cuando al punto, un rayo celeste lo derriba y le hace perder la corona. Su hija Abigaille la recoge rápido.

            Con la corona en las manos, Abigaille cierra un pacto con el Gran Sacerdote de los babilonios para destituir a Nabucco y nombrarse ella como reina de Babilonia. Y así de esta manera, ordena matar a todos los israelitas. También ordena encarcelar a su padre Nabucco, a pesar de las súplicas de éste, que trata de evitar que maten a su hija Fenena y que es al mismo tiempo hermana de la proclamada reina. Solamente mandará ella.
           
            Junto al río Eufrates, los israelitas trabajan como esclavos mientras esperan la muerte. Es el momento del célebre coro Va, pensiero. Zaccaria, el sacerdote, reconforta a su pueblo y le anima a creer en su futuro. *** Preguntamos si hay amigos y amigas de la ópera entre el público y si se animan a cantarnos esa parte. Luego visualizamos el video y animamos a los comensales a que vayan leyendo su traducción en castellano mientras escuchan.




            Nabucco se da cuenta de la situación de su hija Fenena y de su situación también como preso y entonces le pide perdón al Dios de Judá y se convierte a su fe. Reconfortado por esta acción, se dispone a romper el dominio de su hija e ir a luchar. Su fiel escudero le trae su espada y un grupo de hombres que le son fieles le ayudan.

            Cuando Fenena es llevada junto a los judíos para su ejecución, Nabucco y sus soldados los salvan. Entonces entra Abigaille, moribunda porque se ha envenenado y le pide perdón a su padre y a su hermana por el terrible daño que les ha causado. Y así muere invocando al rey de Israel.





lunes, 6 de mayo de 2013

Aida, de Giuseppe Verdi


            Esta ópera fue compuesta en 1871.

            El telón se abre sobre una sala del palacio real de Menfis. Ramfis, el sumo sacerdote, le dice a Radamés, militar egipcio, que corre el rumor de que los etíopes van a desafiarles de nuevo. Ya lo hicieron una vez y perdieron, esclavizando a muchos de ellos. Entonces Radamés empieza a explicar que está enamorado de Aida, una esclava etíope.
            Amneris, la hija del faraón, también está enamorada de Radamés y le matan los celos.
En una conversación con Radamés, éste se asusta porque teme que Amneris pueda descubriso haya descubierto ya su amor por Aida, un hecho muy grave para un militar egipcio.
            Este tenso momento es interrumpido por la llegada de la esclava. Amneris advierte en Radamés una repentina turbación e intuye la verdad: Aida es su rival.
            Un mensajero llega pidiendo que vayan a las sagradas aguas del Nilo porque las tropas han regresado victoriosas de su lucha contra los etíopes, concluyendo con la doble exclamación Ritorna vincitor, Retorna vencedor!
            Aida se ha quedado sola y repite las palabras fatales: Retorna vencedor, exclamación que tiene para ella un terrible significado, ya que alude a la derrota de su pueblo y de su padre Amonasro y a la conquista y al sometimiento de la tierra que la vio nacer. Pero, ¿cómo no celebrar la gloria y la felicidad de Radamés, el hombre que ama?
            Ahora la escena nos traslada al interior del templo de Vulcano donde Radamés será nombrado jefe del ejército egipcio y recibirá de manos del sumo sacerdote la sagrada espada del dios, que le volverá invencible a él y a las tropas que dirige.
            En una sala de las dependencias privadas de Amneris que se está vistiendo para asistir a la gran ceremonia de triunfo, entra Aida. La princesa se dirige a la esclava cantándole: La suerte de las armas ha sido funesta para los tuyos. Amneris es en todo momento una dama, gentil y altanera, que habla en frases breves y lapidarias. Aida sufre por la derrota de su pueblo, pero el tiempo sanará la herida y, má que el tiempo -prosigue Amneris- un dios poderoso llamado Amor. De pronto Aida despliega su canto y confiesa que está enamorada apasionadamente. Entonces, Amneris, para ver qué reacción tiene Aida le dice que Radamés ha muerto en el campo de batalla, y finammente consigue la revelación de los sentimientos de la esclava.
            Una vez descubierto el amor de Aida por Radamés, estalla la naturaleza salvaje de Amneris. Sí, tú le amas, -canta ella- pero yo también le amo... ¿comprendes? !Soy tu rival, hija de los faraones!
            Comienza ahora la famosa escena del triunfo. Marchas, danzas, coros...***
            Amonasro, padre de Aida, es uno de los prisioneros y oculta su verdadera condición de rey, haciéndose pasar por un simple oficial. Radamés solicita la libertad para los prisioneros, pero Ramfis, el sumo sacerdote, propone que Amonasro y Aida sean retenidos como rehenes y, finalmente, ofrece la mano de Amneris al general victorioso.
            Es una espléndida noche estrellada e iluminada por la luna, a orillas del Nilo. Entre las rocas crecen las palmas y, a lo lejos, se divisa el templo de Isis. A la orilla se acerca ua barca de la que desciende Ramfis y Amneris para pedir a la diosa que proteja la unión de los dos, cuya boda se celebrará al alba.
            Por otro lado Radamés le ha pedido a Aida que se reúna con él. Mientras ella le espera, entra en escena su padre, Amonasro, que sabe que su hija está enamorado del jefe de la milicia y engatusándola diciéndole lo malos que han sido los egipcios con ellos, consigue que Aida traicione a su amado y averigüe el recorrido que seguirán las tropas egipcias, para poder así exterminarlas.
            Aida le pide a Radamés que huyan juntos y así él se crea que ella está por él. Amneri, oculta en el templo, lo ha oído todo y denuncia a los traidores ante Ramfis. Amonasro huye arrastrando a Aida después de haber intentado asesinar a Amneris, mientras Radamés se presenta por su propia iniciativa ante el sacerdote.
            Amneris tiene ahora en sus manos la suerte de Radamés que está prisionero. Por una lado lo ama, pero por otro sabe que la ha traicionado... ¿Querrá verdaderamente salvarlo?
            La hija del rey ha decidido salvar a Radamés, aunque para eso tendrá que convencer a su padre y sobre todo a los severos sacerdotes. Amneris le propone a Radamés que si quiere conservar la vida nunca más deberá ver a Aida, pero él se niga, porque prefiere la muerte a la perspectiva de no volver a ver a su amada.
            Despiadada y vengativa, Amneris se desahoga en una amplia frase: Quién te salvará, desdichado.
            Ahora nos encontramos en el templo de Vulcano, y el escenario se halla dividido en dos planos. En el superior, se aprecia el interior del templo, generosamente iluminado; en el nivel inferior, se encuentran los lúgubres subterráneos, unidos al plano superior por un estrecho pasadizo que queda completamente cerrado bajo una pesada piedra. Al abrirse el telón, Radamés acaba de descender al subterráneo donde se encuentra con Aida, que se ha refugiado en ese lugar para esperarle, mientras dos de los sacerdotes están colocando la piedra de nuevo en su sitio.

            Mientras, los dos amantes están abrazados, se escuchan arriba las plegarias de las sacerdotisas y el amargo llanto de Amneris, que, desesperada, implora la paz para su amado.

Aida, de Giuseppe Verdi. Selección



Giuseppe Verdi, Aida. !Glora a Egipto¡ y Marcha triunfal- Ballet (Subtitulado)

Il Trovatore, de Giuseppe Verdi


            Encontramos en Il Trovatore múltiples elementos: una intriga novelesca, elementos fantásticos y escenas espectaculares. La historia transcurre en España, entre los montes de Vizcaya, en el País Vasco.
            Verdi nos sumerge de inmediato en una escena nocturna, poblada por hombres de armas. Uno de ellos, con el pretexto de tener despiertos a los soldados que montan guardia ante el palacio del conde de Luna, les narra una historia. Hace muchos, años vivía en su palacio de la Aljafería el anciano conde de Luna, padre de dos hijos. Una mañana, la nodriza descubrió junto a la cuna del recién nacido a una horrible bruja que miraba fijamente al pequeño con los ojos inyectados en sangre. A sus gritos acudieron los sirvientes, que atraparon y encarcelaron a la gitana; pero el niño, ya hechizado, fue presa desde aquel momento de unas fiebres que lo consumían lentamente.
            El conde de Luna condenó a la hoguera a la culpable del hechizo, pero la hechicera tenía una hija que raptó al niño enfermo. Al cabo de los años, el otro hijo del conde de Luna heredó su título nobiliario, no sin antes jurar ante el lecho de su padre agonizante, que haría lo posible por encontrar a su hermano.
            La dama Leonora desea ver a Manrico, un misterioso guerrero que suele visitarla vestido de trovador. Le vio en una ocasión vencer en un torneo, y desde entonces siente por él un gran amor.
Pero de ella está enamorado el conde de Luna. Una noche que va a visitarla escucha a lo lejos el canto del trovador. Leonora se echa a los brazos del conde de Luna creyendo que es Manrico, pero un repentino rayo de luna revela la verdadera identidad del personaje.
            Leonora proclama con gran firmeza la pasión que siente por Manrico. El conde desafía a duelo al trovador, mientras Leonora intenta interponerse en vano. Manrico resulta gravemente herido y queda tendido en el suelo. El conde de Luna le da por muerto, pero la gitana Azucena, hija de la hechicera quemada en la hoguera por el viejo conde de Luna, que ha criado a Manrico como a un hijo, acude en su auxilio y consigue salvarle la vida.
            En un lugar salvaje e inaccesible, en las laderas de un monte de Vizcaya, un grupo de gitanos cantan mientras realizan sus tareas. Está amaneciendo. Hablan de las mujeres, del vino y del trabajo. En este caso, el coro cumple una función ambiental. ***
            Leonora, al creer muerto a su amado, decide entrar en un convento. Ante estas perspectivas, Manrico decide acudir. El conde de Luna acompañado de algunos secuaces envueltos en grandes capas, ha pensado raptar a la dama en cuanto ésta se disponga a franquear las puertas del convento. Los hombres están escondidos entre los árboles y se preparan para actuar por sorpresa.
            Repentinamente aparece Manrico. Los dos rivales se encuentran una vez más frente a frente. Pero esta vez, con la ayuda de algunos compañeros, el trovador consigue derrotar a su adversario.
            El conde de Luna se encuentra con todo su ejército para asediar la plaza fuerte del enemigo.
Al poco tiempo arrestan a una gitana que merodea sospechosamente por los alrededores del campamento y que momentos después es traída ante el conde. Es Azucena.
            En esos momentos y en otro lugar, Manrico le está pidiendo a Leonora que sea su esposa. El breve recitativo a dos voces desemboca en el aria “Ah sì, ben mio” (Ah, sí, bien mío) en el que Verdi consigue hacer justicia al personaje del trovador, que expresa al mismo tiempo una intensa y dolorosa animación, la tensión del soldado que se apresta para el combate y el dulce abandono del enamorado. El dúo queda bruscamente interrumpido por el anuncio de la dramática noticia: Azucena ha sido tomada prisionera y en el campo enemigo se ha encendido ya la hoguera donde será quemada. Después de revelar Manrico que la gitana es su madre, corre al campamento para liberarla. ***
            Leonora canta un aria “D ´amor sull ali rose” (Sobre las alas rosadas del amor) en el que al final se escucha la campana tocando a muerto, seguida por un coro interior a capella, (es decir, sin acompañamiento instrumental), que entona el Miserere. Es la oración por los condenados a muerte, Azucena y Manrico. Este último ha sido tomado prisionero durante el vano intento de liberar a su madre.
            En ese momento llega el conde de Luna, quien da las órdenes para las ejecuciones de Azucena y Manrico, que tendrán lugar en cuanto llegue el alba. Azucena cae desmayada.
            Cuando se retiran los soldados, Leonora se presenta repentinamente ante el conde, a quien ruega llorando que se apiade de Manrico. Ante su rígida negativa, Leonora le ofrece a cambio su amor.
            Llegados a este punto, sin que el conde pueda advertirlo, la desesperada muchacha se toma una sustancia venenosa que llevaba oculta en el anillo.
            Leonora se halla ahora agonizante a los pies de Manrico, quien intuye entonces su grande y noble sacrificio: “Prima che d `altri vivere, io volli tua morir!” (!Antes que vivir siendo de otro preferí morir siendo tuya!) Tras descubrir el engaño, herido profundamente en su amor propio y en su orgullo, el conde de Luna ordena que Manrico sea ejecutado.

            Cuando Azucena despierta de su desmayo, el conde le muestra a través de la ventana la cabeza cortada de su rival. Sólo entonces la gitana revela la verdad: “Egli era tuo fratello!” (!Era tu hermano!)

Il trovatore, de Giuseppe Verdi. Selección


Il Trovatore - Coro de Gitanos

Il Trovatore, de Giuseppe Verdi. Selección


Ah! Si, ben mio... Di quella pira (Il Trovatore) - Placido Domingo

La Walkiria, de Richard Wagner


            Al levantarse el telón aparece una habitación de singulares características, pues el centro lo ocupa un robusto fresno de nervudas raíces que se pierden en todas direcciones y amplias ramas que sobresalen por el techo por aberturas especialmente dispuestas. Entra agotado Siegmund, el hijo del Dios Wotan, como quien ha estado huyendo durante horas. No viendo a nadie, cierra la puerta y se dirige extenuado hacia la chimenea y se deja caer.
            Allí en la estancia hay otra persona, una mujer de nombre Sieglinde, quien se sorprende del comportamiento del recién llegado. Se le acerca para asegurarse de lo que ocurre. Siegmund está desfallecido y con los ojos cerrados. Se incorpora y pide agua. Mientras este bebe de un cuerno lleno que la mujer le ha entregado, le explica que ha sido perseguido por numerosos enemigos y que ha quedado agotad a causa de la tormenta. Después de haber descansado Siegmund decide marcharse, pero ella le convence para que espere a su esposo Hunding.
            Cuando Hunding regresa admite al extranjero como invitado invocando la sagrada hospitalidad. Advierte un parecido entre el invitado y su esposa y, aunque ello le sorprende, adopta un aire despreocupado interrogándole sobre su nombre y procedencia. Siegmund narra una curiosa historia en la que cuenta que su hermana gemela desapareció cuando su madre fue asesinada. Sieglinde le pregunta sobre el paradero de su padre y los pormenores de su huida. El joven refiere que defendió a una doncella a la que sus hermanos querían casar contra su voluntad matando a algunos de sus enemigos. Hunting le anuncia con calma absoluta que él pertenece a esa familia, pero que la hospitalidad le obliga a mantener su palabra. Puede pasar la noche allí, pero al día siguiente se batirán. Sieglinde se retira con su esposo, no sin antes preparar una bebida que hará que Hunting duerma profundamente.
            Siegmund, una vez solo, descubre en el tronco del fresno un destello: es una espada. Se abre la puerta de la alcoba y es Sieglinde que le dice que un desconocido del clan de los hombres la clavó allí, indicando que quien lograra sacarla se haría acreedor de ella. Todos cuantos lo intentaron fracasaron hasta entonces. A él se le viene a la memoria unas palabras: una espada me prometió mi padre. Él sabe que hallaré la espada cuando la necesite.
            Siegmund y Sieglinde se dan cuenta de que son hermanos welsungos, hijos del dios Wotan en sus estancia terrenales. La espada fue clavada en el fresno para él. Siegmund, dirigiéndose al árbol, proclama: Siegmund me llamo y Siegmund soy, dicho lo cual desclavo la espada de este árbol.
            Después de esto el dios Wotan con su hija favorita, la walkiria Brunilda, están armados para el combate. El motivo es que su esposa cree que los dos hermanos se han enamorado y han traicionado al esposo. Wotan le pide que entre en razón, pero ella no escucha. Le exige que castigue al culpable, que le retire su protección a Siegmund y otorgue la victoria a quien tenga  la razón.
            Wotan está confundido. Ordena a la walkiria que combata por su esposa, pero Brunilda se resiste a obedecerle. Sabe que Wotan ama a su hijo Siegmund, y no cree que ella deba apoyar a Hunding. El dios le insta a cumplir su voluntad.
            Brunilda ve acercarse a Siegmund y Sieglinde que han huido de casa. Llevando las riendas de su caballo, avanza lenta y solemnemente con la armadura, el escudo y la lanza y le anuncia al muchacho que va a morir en combate: que ha sido elegido para viajar con ella al Wahalla, la casa de los dioses, donde será rodeado por héroes. Al cnocer que su hermana no estará llí con él, manifiesta no tener interés. Ante estas palabras Brunilda decide ayudar a Siegmund en el combate, aunque esto representes desobedecer las órdenes de su padre.
            En ese momento se escucha la voz de Hunding llamando al combate. Prepárate a luchar, se le oye gritar. Brunilda protege a Siegmund, pero cuando éste va a dar el golpe mortal a su enemigo, la lanza de Wotan hace que se rompa su espada. Hunding da muerte al héroe desarmado. Entonces Brunilda se dirige hacia Sieglinde y se la lleva para protegerla. Wotan increpa a Hunding y con un gesto malhumorado le hace caer muerto. El dios promete castigo para la hija desobediente.
            Aparecen las ocho walkirias acompañándose de un canto de guerra a las que se incorpora Brunilda al final. Imaginaos la escena: nubes, truenos, relámpagos y walkirias cabalgando por el cielo con los héroes muertos sobre sus sillas. Comienza ahora una de las músicas más famosa y escuchadas de Wagner (Ya os podéis imaginar que eso en un teatro es difícil de escenificar, por eso, el escenógrafo, ha tenido que echarle mucha fantasía, ingenio y así cambia los caballos por tablones de madera, de los que las walkirias se deslizarán como si fueran grupas de caballos) ***
            Una vez incorporada Brunilda al grupo, las walkirias se sorprenden de que no lleve a un héroe muerto sino a una mujer. Brunilda está desesperada y les pide a sus hermanas ayuda y protección, pero ellas se niegan a actuar contra el dios Wotan. La desconsolada Sieglinde le ruega que no se preocupe por ella, que lo que mejor le puede pasar es morirse, a lo que Brunilda le responde que no debe morir porque lleva un hijo en su vientre. Así, su ansia de muerte se convierte en un deseo de vivir. Sieglinde huye perdiéndose en el bosque.
            !Brunilda! Grita Wotan, mientras las walkirias esconden a su hermana y procurar disuadir a su padre del castigo. Inflexible, el dios quiere darle un castigo ejemplar. Brunilda se abre paso entre las otras walkirias: !Aquí estoy, padre!, inpónme tu castigo. Y ya en ese momento la voz de Wotan no se muestra tan firme. Ella le dice que, aunque ha desobedecido sus órdenes, ha obedecido a sus deseos más profundos.
            A partir de este momento el dramatismo de la obra va en aumento, alcanzando una sublime profundidad. Ella debe aceptar el castigo por amor a Wotan, él debe castigarla porque es su deber, pero ambos se aman, se comprenden y sienten exactamente lo mismo ante el caso de Siegmund y Sieglinde. Wotan besa los ojos de su hija y ella cae lentamente en sus brazos, dormida ya y privada de su divinidad.

            En escena quedan Brunilda dormida, la roca de la walkiria, el bosque, y todo ello rodeado de fuego y humo. Wotan se retira hasta desaparecer a través del fuego.

La Walkiria, de Richard Wagner. Selección




Cabalgata de las walkirias