Encontramos en Il Trovatore múltiples elementos: una intriga
novelesca, elementos fantásticos y escenas espectaculares. La historia
transcurre en España, entre los montes de Vizcaya, en el País Vasco.
Verdi nos
sumerge de inmediato en una escena nocturna, poblada por hombres de armas. Uno
de ellos, con el pretexto de tener despiertos a los soldados que montan guardia
ante el palacio del conde de Luna, les narra una historia. Hace muchos, años
vivía en su palacio de la Aljafería el anciano conde de Luna, padre de dos
hijos. Una mañana, la nodriza descubrió junto a la cuna del recién nacido a una
horrible bruja que miraba fijamente al pequeño con los ojos inyectados en
sangre. A sus gritos acudieron los sirvientes, que atraparon y encarcelaron a
la gitana; pero el niño, ya hechizado, fue presa desde aquel momento de unas
fiebres que lo consumían lentamente.
El conde de
Luna condenó a la hoguera a la culpable del hechizo, pero la hechicera tenía
una hija que raptó al niño enfermo. Al cabo de los años, el otro hijo del conde
de Luna heredó su título nobiliario, no sin antes jurar ante el lecho de su
padre agonizante, que haría lo posible por encontrar a su hermano.
La dama
Leonora desea ver a Manrico, un misterioso guerrero que suele visitarla vestido
de trovador. Le vio en una ocasión vencer en un torneo, y desde entonces siente
por él un gran amor.
Pero de ella está enamorado el conde de Luna. Una noche que
va a visitarla escucha a lo lejos el canto del trovador. Leonora se echa a los
brazos del conde de Luna creyendo que es Manrico, pero un repentino rayo de
luna revela la verdadera identidad del personaje.
Leonora
proclama con gran firmeza la pasión que siente por Manrico. El conde desafía a
duelo al trovador, mientras Leonora intenta interponerse en vano. Manrico
resulta gravemente herido y queda tendido en el suelo. El conde de Luna le da
por muerto, pero la gitana Azucena, hija de la hechicera quemada en la hoguera
por el viejo conde de Luna, que ha criado a Manrico como a un hijo, acude en su
auxilio y consigue salvarle la vida.
En un lugar
salvaje e inaccesible, en las laderas de un monte de Vizcaya, un grupo de
gitanos cantan mientras realizan sus tareas. Está amaneciendo. Hablan de las
mujeres, del vino y del trabajo. En este caso, el coro cumple una función
ambiental. ***
Leonora, al
creer muerto a su amado, decide entrar en un convento. Ante estas perspectivas,
Manrico decide acudir. El conde de Luna acompañado de algunos secuaces
envueltos en grandes capas, ha pensado raptar a la dama en cuanto ésta se
disponga a franquear las puertas del convento. Los hombres están escondidos
entre los árboles y se preparan para actuar por sorpresa.
Repentinamente
aparece Manrico. Los dos rivales se encuentran una vez más frente a frente.
Pero esta vez, con la ayuda de algunos compañeros, el trovador consigue
derrotar a su adversario.
El conde de
Luna se encuentra con todo su ejército para asediar la plaza fuerte del
enemigo.
Al poco tiempo arrestan a una gitana que merodea
sospechosamente por los alrededores del campamento y que momentos después es
traída ante el conde. Es Azucena.
En esos
momentos y en otro lugar, Manrico le está pidiendo a Leonora que sea su esposa.
El breve recitativo a dos voces desemboca en el aria “Ah sì, ben mio” (Ah, sí,
bien mío) en el que Verdi consigue hacer justicia al personaje del trovador,
que expresa al mismo tiempo una intensa y dolorosa animación, la tensión del
soldado que se apresta para el combate y el dulce abandono del enamorado. El
dúo queda bruscamente interrumpido por el anuncio de la dramática noticia:
Azucena ha sido tomada prisionera y en el campo enemigo se ha encendido ya la
hoguera donde será quemada. Después de revelar Manrico que la gitana es su
madre, corre al campamento para liberarla. ***
Leonora
canta un aria “D ´amor sull ali rose” (Sobre las alas rosadas del amor) en el
que al final se escucha la campana tocando a muerto, seguida por un coro
interior a capella, (es decir, sin acompañamiento instrumental), que entona el
Miserere. Es la oración por los condenados a muerte, Azucena y Manrico. Este
último ha sido tomado prisionero durante el vano intento de liberar a su madre.
En ese
momento llega el conde de Luna, quien da las órdenes para las ejecuciones de
Azucena y Manrico, que tendrán lugar en cuanto llegue el alba. Azucena cae
desmayada.
Cuando se
retiran los soldados, Leonora se presenta repentinamente ante el conde, a quien
ruega llorando que se apiade de Manrico. Ante su rígida negativa, Leonora le
ofrece a cambio su amor.
Llegados a
este punto, sin que el conde pueda advertirlo, la desesperada muchacha se toma
una sustancia venenosa que llevaba oculta en el anillo.
Leonora se
halla ahora agonizante a los pies de Manrico, quien intuye entonces su grande y
noble sacrificio: “Prima che d `altri vivere, io volli tua morir!” (!Antes que
vivir siendo de otro preferí morir siendo tuya!) Tras descubrir el engaño,
herido profundamente en su amor propio y en su orgullo, el conde de Luna ordena
que Manrico sea ejecutado.
Cuando
Azucena despierta de su desmayo, el conde le muestra a través de la ventana la
cabeza cortada de su rival. Sólo entonces la gitana revela la verdad: “Egli era
tuo fratello!” (!Era tu hermano!)
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