lunes, 6 de mayo de 2013

Il Trovatore, de Giuseppe Verdi


            Encontramos en Il Trovatore múltiples elementos: una intriga novelesca, elementos fantásticos y escenas espectaculares. La historia transcurre en España, entre los montes de Vizcaya, en el País Vasco.
            Verdi nos sumerge de inmediato en una escena nocturna, poblada por hombres de armas. Uno de ellos, con el pretexto de tener despiertos a los soldados que montan guardia ante el palacio del conde de Luna, les narra una historia. Hace muchos, años vivía en su palacio de la Aljafería el anciano conde de Luna, padre de dos hijos. Una mañana, la nodriza descubrió junto a la cuna del recién nacido a una horrible bruja que miraba fijamente al pequeño con los ojos inyectados en sangre. A sus gritos acudieron los sirvientes, que atraparon y encarcelaron a la gitana; pero el niño, ya hechizado, fue presa desde aquel momento de unas fiebres que lo consumían lentamente.
            El conde de Luna condenó a la hoguera a la culpable del hechizo, pero la hechicera tenía una hija que raptó al niño enfermo. Al cabo de los años, el otro hijo del conde de Luna heredó su título nobiliario, no sin antes jurar ante el lecho de su padre agonizante, que haría lo posible por encontrar a su hermano.
            La dama Leonora desea ver a Manrico, un misterioso guerrero que suele visitarla vestido de trovador. Le vio en una ocasión vencer en un torneo, y desde entonces siente por él un gran amor.
Pero de ella está enamorado el conde de Luna. Una noche que va a visitarla escucha a lo lejos el canto del trovador. Leonora se echa a los brazos del conde de Luna creyendo que es Manrico, pero un repentino rayo de luna revela la verdadera identidad del personaje.
            Leonora proclama con gran firmeza la pasión que siente por Manrico. El conde desafía a duelo al trovador, mientras Leonora intenta interponerse en vano. Manrico resulta gravemente herido y queda tendido en el suelo. El conde de Luna le da por muerto, pero la gitana Azucena, hija de la hechicera quemada en la hoguera por el viejo conde de Luna, que ha criado a Manrico como a un hijo, acude en su auxilio y consigue salvarle la vida.
            En un lugar salvaje e inaccesible, en las laderas de un monte de Vizcaya, un grupo de gitanos cantan mientras realizan sus tareas. Está amaneciendo. Hablan de las mujeres, del vino y del trabajo. En este caso, el coro cumple una función ambiental. ***
            Leonora, al creer muerto a su amado, decide entrar en un convento. Ante estas perspectivas, Manrico decide acudir. El conde de Luna acompañado de algunos secuaces envueltos en grandes capas, ha pensado raptar a la dama en cuanto ésta se disponga a franquear las puertas del convento. Los hombres están escondidos entre los árboles y se preparan para actuar por sorpresa.
            Repentinamente aparece Manrico. Los dos rivales se encuentran una vez más frente a frente. Pero esta vez, con la ayuda de algunos compañeros, el trovador consigue derrotar a su adversario.
            El conde de Luna se encuentra con todo su ejército para asediar la plaza fuerte del enemigo.
Al poco tiempo arrestan a una gitana que merodea sospechosamente por los alrededores del campamento y que momentos después es traída ante el conde. Es Azucena.
            En esos momentos y en otro lugar, Manrico le está pidiendo a Leonora que sea su esposa. El breve recitativo a dos voces desemboca en el aria “Ah sì, ben mio” (Ah, sí, bien mío) en el que Verdi consigue hacer justicia al personaje del trovador, que expresa al mismo tiempo una intensa y dolorosa animación, la tensión del soldado que se apresta para el combate y el dulce abandono del enamorado. El dúo queda bruscamente interrumpido por el anuncio de la dramática noticia: Azucena ha sido tomada prisionera y en el campo enemigo se ha encendido ya la hoguera donde será quemada. Después de revelar Manrico que la gitana es su madre, corre al campamento para liberarla. ***
            Leonora canta un aria “D ´amor sull ali rose” (Sobre las alas rosadas del amor) en el que al final se escucha la campana tocando a muerto, seguida por un coro interior a capella, (es decir, sin acompañamiento instrumental), que entona el Miserere. Es la oración por los condenados a muerte, Azucena y Manrico. Este último ha sido tomado prisionero durante el vano intento de liberar a su madre.
            En ese momento llega el conde de Luna, quien da las órdenes para las ejecuciones de Azucena y Manrico, que tendrán lugar en cuanto llegue el alba. Azucena cae desmayada.
            Cuando se retiran los soldados, Leonora se presenta repentinamente ante el conde, a quien ruega llorando que se apiade de Manrico. Ante su rígida negativa, Leonora le ofrece a cambio su amor.
            Llegados a este punto, sin que el conde pueda advertirlo, la desesperada muchacha se toma una sustancia venenosa que llevaba oculta en el anillo.
            Leonora se halla ahora agonizante a los pies de Manrico, quien intuye entonces su grande y noble sacrificio: “Prima che d `altri vivere, io volli tua morir!” (!Antes que vivir siendo de otro preferí morir siendo tuya!) Tras descubrir el engaño, herido profundamente en su amor propio y en su orgullo, el conde de Luna ordena que Manrico sea ejecutado.

            Cuando Azucena despierta de su desmayo, el conde le muestra a través de la ventana la cabeza cortada de su rival. Sólo entonces la gitana revela la verdad: “Egli era tuo fratello!” (!Era tu hermano!)

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